viernes, 26 de diciembre de 2014

Una aldea global: 10 citas. (Parte I/ III)

 "La aldea global" (McLuhan, 1989), inicia con una reflexión de Nathaniel Hawthorne en la cual semeja el globo terráqueo con una gran cabeza. La electricidad, dice, actúa como el sistema nervioso que conduce cantidades inmensas de materia a través de la misma. 

1) Sobre el Anticristo:
El Príncipe de este mundo debe ser un
gran ingeniero electrónico. 

2) Sobre el terrorismo:
El flujo eléctrico ha producido un contacto abrasivo entre sociedades diferentes a un nivel global, ocasionando en todo el mundo frecuentes colisiones de valores e irritación cultural, de modo tal que cuando se toma un rehén en Beirut, toda una nación en el otro extremo del mundo, corre riesgo. (p.16) 

3) Sobre el mito de Narciso:
 Un sábado por la mañana, al examinar la introducción de nuestro libro La aldea global, Marshall notó la relación entre la primera visión del astronauta de la tierra y la percepción de la imagen espejo que examinó por primera vez en 1963. Cuando viajamos a la Luna, dijo, esperábamos obtener fotografías de cráteres; sin embargo, obtuvimos fotografías de nosotros mismos. Viaje egocéntrico. Amor por sí mismo.
Le contesté que la imagen espejo es otra forma de decir agua, que significa cambio en el hombre y en la naturaleza. Narciso se enamoró de su imagen en el agua. "No", dijo Marshall, "ése es el concepto popular". Narciso, tal como lo pintó Ovidio, es un jovencito primitivo que nunca ha visto un espejo o su imagen. "El se enamoró de otra persona." Ese es el punto mítico y satírico. Para él, la imagen del agua significaba la muerte.

4), 5), 6) Sobre la muerte:

-Cristo camina sobre el agua. Pedro cae en ella. El agua es la muerte para los humanos y un contenedor para lo diabólico.
-:"A menos que vuelvas a morir, no puedes volver a nacer".
-Una persona muere y renace. Se hunde y vuelve a subir. La cruz
del pagano: no poder regresar del infierno.

7) El proceso recupera la propensión del hombre a adorar extensiones de sí mismo como una forma de divinidad. Llevado hasta el extremo, el hombre se convierte así en "una criatura de su propia maquinaria".

 8) Sobre el tetaedro/tétadre, propósito clave del texto:

A través de una conciencia comprensiva podemos ver el pasado y el futuro al mismo tiempo. el pensamiento estrictamente del hemisferio izquierdo del cerebro o "angeliemo" permite que la tecnología se mueva como una fuerza muda porque sin percibir los cuatro procesos en
operación, no somos conscientes de sus efectos totales.

 9 y 10) Sobre la dialéctica:

Habíamos adquirido conciencia de los fundamentos físicos individuales de estos dos mundos diferentes y queríamos aceptar ambos, después del choque inicial, como un medio ambiente para el hombre. Lo mismo puede decirse para el hemisferio izquierdo y el derecho del cerebro.

Todos sabemos que una frontera, o límite, es un espacio entre dos mundos, que hace una especie de argumento doble o paralelismo, que evoca un sentido de multitud o universalidad. Cuando se acercan dos culturas, dos sucesos o dos ideas se produce una especie de interacción, una especie de intercambio mágico. Cuanto más disímil es la interconexión, mayor es la tensión del intercambio.

 10) Sobre el medio: 

En el orden de cosas, primero viene el fondo. Las figuras llegan después. Los sucesos van proyectando sus sombras ante ellos. El fondo de cualquier tecnología es tanto la situación que le da origen como todo el medio de servicios y perjuicios que la tecnología trae con ella. Estos son los efectos secundarios y se imponen al azar como una nueva forma de cultura. El medio es el mensaje.


Pintura: Eco i Narcís, óleo sobre tela de John William Waterhouse. (Romano de ascendencia inglesa, S XIX - XX)

Poesía : https://auxiliumlitterarum.wordpress.com/2011/01/06/juan-bautista-aguirre-carta-a-lizardo/


McLuhan, M. (1989). La aldea global. Gedisa: Barcelona. Recuperado de : http://socialesenpdf.files.wordpress.com/2013/08/119607008-63458687-global-marshall-mcluhan.pdf

jueves, 25 de diciembre de 2014

Ansiedad: Nace una estrella (Interrelación de conceptos 1)



 (Esto no es un cuento, corresponde a un intento de entender conceptos complejos, al menos para mí. Cualquier aclaración es bienvenida o puede bajar y leer el cuento "El Abuelo Subliminal. Lamento cualquier equivocación, es de carácter personal pero abierta a enmiendas).

"- Yo lo sigo todo el rato. Bien. Usted me enseña cuánto cuesta cada folleto; entonces usted canta y yo vendo el folleto. A todo el mundo le gusta comprarle a un chico". (José Mauro de Vasconcelos)

Con su génesis en la nebulosa, o la materia gris, la ansiedad existe y sigue el mismo proceso de desarrollo que cualquier estrella. La ansiedad es una idea tan consistente como el gas. Puede y no puede fragmentarse. Hércules Poirot conoce el universo que la origina, de allí la analogía con la materia gris. En fin, cuando las orejas arden, el fragmento ha elevado su temperatura. Cuando la lengua se seca, ha alcanzado los diez millones de grados. La cara roja de cólera puede denotar menos iridescencia, a menos que se trate del señor Bohr. En ese caso, digamos que se ha alcanzado su parálisis para luego continuár su comnbustión.  No entiendo todavía si el origen de una supernova significa que un fermión (?) par sigue siendo un fermión. Y no, los bosones poco tienen que ver con los Bolsones. (Chiste malo..)  Imagino, con esta mentecilla infantil, que esto puede relacionarse con la sensación de impotencia. No hay equivalencia, no hay analogía...el proceso se mantiene igual = fermión. Si se rompe todo, se cae en crisis y se muere. (Organismo). Entendí también que hay un principio de inestabilidad en la formación de una estrella, así como en el proceso de alguien que sufre ansiedad crónica. No hay estrellas en terreno plano. Por favor, sé lo Disney que puede sonar este asunto, pero no. Protoestrella es el núcleo de la estrella, no sé a qué pueda corresponder en el humano. Pero debe tener algo que ver con el sistema nervioso. Más presión, más evolución. (Alerta de úlcera o estrella formándose). Entonces, la vida de esta pequeña candente dependerá de los niveles de hidrógeno que mantenga. ¿Qué pasa en el ser humano? Sí, tal vez pasa también la mayor parte de su vida en ansiedad, cuando la necesidad toca a su puerta. Luego llegan más canas y el ser se vuelve "Estrella fría estable, mantenida por la repulsión debida al principio de exclusión entre electrones". (Hawking, Stephen: Historia del tiempo). Una enana blanca, una estrella de neutrones o pasar a ser agujero negro. (Véase "A Christmas Carol). jajaja. Adiós estrellas ansiosas. 

Queda pendiente:

-¿Qué es una estrella roja?
-¿Qué sucede con la masa de las estrellas de neutrones?
-¿Qué pasa en el organismo con la ansiedad? (Para que el texto se lea más pro, claro...)

Supernova  W49B. 


sábado, 20 de diciembre de 2014

El Abuelo Subliminal (Cuento)


ABUELO SUBLIMINAL



-Te dejo una funda de panes sobre la alacena. Si no tienes hambre, me los dejas a mí. O se los das al perro –dijo rápidamente mientras se arreglaba los calzones.
-…No tenemos perro
-Al gato, entonces ¡Yo que sé!

Luego se fue, dando un magnífico portazo. Tan bueno fue, que bajo efecto dialéctico, se estrelló contra el marco lacado y rebotó, ocasionando una puerta entreabierta que tuve que cerrar. Si el método de las parábolas bíblicas tenía algo de verídico, el único camino a un paraíso medianamente aceptable consistía en aplicar por mí mismo las enseñanzas de los antiguos patriarcas. O, al menos,  las dejadas por el abuelo, gran verdugo de puertas. ¿Quién sabe? O mejor: “¡Yo que sé ¡” Él había vivido un puñado de décadas más que el promedio entre mis amigos y el tipo al que tenía que ver en el espejo cada mañana mientras me cepillaba los dientes. (Porque sí, niño, que si no te los lavas se te caen…). Nada extraño, es el destino al que los abuelos se encuentran irremediablemente condenados. A tener las orejas llenas de musgo. A caminar cada día más despacio pero más firme. A detenerse más tiempo contemplando las huellas dejadas por ellos mismos que en hacer nuevas.  Sencillamente, los abuelos están predestinados a hacerse viejos.

Éramos solo nosotros. Nunca tuvimos animales viviendo en la casa, salvo una que otra rata en las noches de sus pantuflas, casi tan viejas como él. La frase del perro era una broma legendaria, tan cargada de ingenio como las máximas que encontramos en la estampa de un santo cualquiera. Pero el abuelo no tenía nada de santo y  no era más que un descreído. Imagino al abuelo volver de quién sabe dónde, para preguntarse a sí mismo si no había dejado la puerta entreabierta. Luego, entendiendo que tendría que buscar las llaves, se frustraría y se cerraría más que la puerta mencionada, antes de que me animase a preguntarle por qué no se casó por segunda vez. Esto no impediría que me colocase la corona de lo predecible. Imagino su respuesta sin pensarlo dos veces:
“-Con una pareja existen dos caminos a seguir: que esta lo ame a uno, o que no. Si nos ama, querrá mejorarnos. Si no, querrá reemplazarnos. Míralo desde donde quieras, es la misma porquería. Nos hemos acostumbrado a emparejarnos al alcanzar la edad de la razón y no nos ha servido de mucho. Seguimos muriendo igual que en el inicio de los tiempos. Parejas ¿Para qué demonios querría una?”
Así pues, el abuelo constituía, para mí, un pilar de sabiduría empírica. Esa misma sabiduría que le resulta un consuelo a todo individuo a cambio del color de sus cabellos o la nitidez de su visión. Aclaro que, de todas formas, nunca tuve ninguno de estos elementos. Lo único que me atrevo a confesar es que soy rubio, casi albino, y miope como un topo. He allí mi suplicio, pero no el del abuelo. Basta verlo para entender el universo de todo veterano respetable. Respetable por las fuerzas naturales, las únicas que, al final de toda historia, presentan alguna importancia en los inmensos anales de lo inmortal al momento de exhalar y volverse tieso.

Por tanto que, como generación posterior, me correspondía rescatar todo lo que me fuese posible del viejo. Es por ello, que me dediqué a analizarlo cuanto me permitiesen las circunstancias. A decir verdad, no tenía mayores distracciones. No contaba con alguien en mi círculo cercano a quien pudiese compartirle estas vivencias, a menos que una sonrisa invertida, un despectivo: ¿Qué?, o la combinación de ambos, fuese aceptada como respuesta favorable. Estaba, pues, condenado a una transición solitaria de muchacho a hombre, con una única referencia, para colmo torpe y senil, que exigía, encima,  un análisis algo largo. Siempre estábamos ocupados. Yo lo analizaba a él y él analizaba las verdades de su universo primitivo y seco. Yo no era, confieso, más que el simple telegrafista de la extensa correspondencia entre un viajero errante y el reflejo del entorno que iba descubriendo. El pedazo de cordura que parecía conservar era mi punto de partida. El resto sería un río, el cual solo sería atravesado mediante una cuerda hecha de nuestros propios genes heredados.
Tales eran las circunstancias que definían la relación niño-investigador-abuelo. Así me sentía cuando celebraban su último cumpleaños. Él y tres viejos más. Más acabados, seguramente:
-Brindo, amigos, por el milagro que tenemos este día- dijo el abuelo al tiempo que subía la copa al nivel de las narices de sus invitados. O, mejor dicho, a sus frentes, pues ya estaba un poco borracho.
-¿Milagro?- Dijo el más feo del grupo -¿Qué milagro encuentras en cuatro viejos panzones y cuatro copas? Si quieres saber de brujería. ¡Gustavo! ¿Tú no andabas con una bruja?
Todos se echaron a reír excepto Gustavo quien, incómodamente, me miró y trató de desviar la conversación -Eh… ¿El chico no bebe?
El abuelo contestó:
-No. Bueno, a lo que iba. ¿Dónde está el milagro? Pues, creo que en esta escena. La abundancia nos ha bendecido a todos bajo el velo de una luna que se casa virgen, solo por eso puede estar tan blanca. No nos preocupemos de la panza. Somos viejos y la fealdad llega con cada latir de nuestros pechos rancios. Pero el tenerlos aquí es una maravilla que no deja de conmoverme. No sé si lo hayan notado, pero cuando se tiene amigos, se carece de vino. ¿Y cuándo llega este? Cuando se mueren, cuando se pierden, o cuando se casan. El vino suele acompañar las mejores desgracias, que no por ir vestidas de princesas dejan de ser las mismas pordioseras. Pero hoy es distinto. Nos tenemos el uno frente al otro, con estómagos que han de saber digerir un buen trago han de saber morir en el intento. ¡Salud!
Salud…No imagino al abuelo sin su salud. A pesar de sus años, era un hombre a quién la vida aparentaba tenerle cariño. Alguna vez me llevó de paseo al bosque. Recuerdo los colores del cielo cuando los últimos rayos de sol hacían de palomas idiotas y golpeaban intermitentemente los árboles. El entretejido de ramas negras en el trasfondo de la noche recién nacida, tenía una semejanza espeluznante con una telaraña gigantesca. Si bien, las condiciones sanitarias de mi casa dejaban poco que desear, había visto un par de ellas en el techo, junto a sus respectivas Penélopes morenas. Si los árboles hicieran un juego con mis deficientes retinas, podríamos haberle dado un efecto negativo al paisaje. Tendríamos telarañas oscuras y arañas blancas, algo razonable. Le expliqué esta teoría al abuelo, quien la consideró por un momento antes de preguntar:
- ¿Y dónde están las dichosas arañas?
Elevé la quijada y contesté:
-Algunos las llaman estrellas.
En efecto, admito que el abuelo tenía un poder analítico impresionante. Independientemente de su desaliño exterior, sabía descifrar las señales e intenciones de sus interlocutores en los primeros minutos de charla. Conocía la respuesta justa para cada pregunta, el comentario pertinaz a cada queja. Eso, desde luego, no quería decir que haya sido un hombre interesado en agradar. Sospecho, incluso, que a veces cruzaba sus frases con el simple propósito de hacerse detestar. Es bien sabido el placer que encuentran ciertos individuos en hacer exactamente lo contrario a lo esperado. Esto, aclaro, no debe confundirse con el capricho de adoptar un aire de irreverencia postiza con el fin de “hacerse notar”. El verdadero pez contracorriente, se inicia con la recta perpendicular a su propia percepción del sistema, mientras que el charlatán, adopta como empresa el emprender un camino que no es más que la extensión de su concepción estandarizada de lo esperado. Sin embargo, la recompensa por el esfuerzo de trazar un camino único llega a ser la trascendencia del punto, en este caso, el sujeto. El abuelo era un irreverente nato y puro, un cero que, simplemente, no cuadraba a la izquierda desde ninguna perspectiva.
Me encontraba en estas conclusiones, cuando escuché un sonido que parecía venir del inframundo. Al parecer, alguien había olvidado engrasar las bisagras y esa persona no podía ser otra que yo mismo. El chirrido no estuvo lejos de dejarme sordo, a pesar de los veinte pasos a los que me encontraba. No así la persona que entraba, la cual tampoco podía ser otra que el abuelo. Una vez adentro, fue directamente hacia mí y dijo:
-¿Sabes por qué tienes la nariz tan grande?
-Por mi abuela, supongo.- contesté, algo contrariado –Creo que ella fue la responsable de todo-
-Sí, fui a visitarla al cementerio- dijo mientras se rascaba la oreja izquierda- Ya son quince años desde que murió. Era una mujer realmente fea.-
No me molesté ante su observación, pero tampoco me animé a contestar. Después de cuatro segundos, el tiempo en el que un silencio se vuelve incómodo, el abuelo continuó:
-No me enamoré de ella por que haya sido guapa. Tampoco era demasiado buena, algo que debí haber considerado, pues es una cualidad valiosa en las viejas. Menos mal que no llegó a tanto. El mundo no está hecho para mujeres honestas, ni hombres. Ni siquiera para mascotas honestas. ¿Dónde está el perro, maldita sea?
Comprendí que le daba pie a la historia en la cual la escuchó por primera vez. Me la sabía de memoria. El abuelo estaba acostado de cabeza en su camioneta roja uno de esos típicos treinta de Febrero de algún año (Así disimulaba haber olvidado el día exacto)  cuando nadie pensaba en canas y los ojos estaban más despejados que el cielo de Agosto. De la nada, apareció una mujer seguida de otra. Estaban discutiendo y él no pudo evitar escuchar la conversación, al parecer cotidiana, que deshilaba el silencio para pasar a enredarse con las cuerdas vocales de cada una.
 Escuchó:  
-Me tienes envidia.
-No te tengo envidia y nunca la he tenido. Es justo el tiempo la razón por la que no puedo anhelar nada tuyo. Hoy, que eres bonita, la gente está allí, conmemorando con aplausos cada uno de los fallos y brincos de su mariposa preferida. Pero no durará para siempre. Dime una sola persona que quiera algo de ti que puedas conservar en cincuenta años. O mejor, dime una sola persona que alguna vez te haya querido.
Luego, una respiración se volvió agitada, mientras se complementaba con la decadencia de tacones que se alejaban  pausadamente por la hilera de coches que culminaba con un arco de cemento. El abuelo salió precipitadamente del coche y caminó en dirección hacia una mujer. Llevaba el cabello corto, en un corte de moda y era rosada y pequeña. Con un falso aire de diplomacia y complicidad, murmuró:
-No vengo a molestarte, solo quería decir que lo que le has dicho a esa mujer ha sido excelente. Las escuché sin querer pero…¡Bien dicho!
La mujer, sorprendida, exclamó un “¿Qué?” sonoro y chocante en una voz inesperada. Finalmente miró al abuelo y le estampó una bofetada antes de seguir su camino. Naturalmente, la posición invertida del viejo en la camioneta le había provocado una confusión, acercándose a la mujer equivocada. Tuvo alguna sospecha al percatarse de que, de espaldas, no se veía mal. Sin embargo, ignoró estas advertencias y recibió, consecuentemente, el golpe. Con la mejilla adolorida y entre carcajadas ahogadas, el abuelo corrió en la dirección opuesta y encontró a mi abuela. La conversación que hayan tenido, no habrá sido interesante y de todas formas, es demasiado predecible como para repetirla más veces de la única que valió la pena, su versión original.

Una vez terminado el relato, el abuelo optó por quedarse dormido. Aprovechando su estado, me levanté tan pronto como pude y abandoné la habitación con el firme pensamiento de que mi investigación había terminado. ¿Cómo podría dormirse de nuevo? Admito mi culpa al haber perdido voluntariamente el tiempo al perseguir un objetivo tan absurdo.  Pero no por ello me sentía mal. La felicidad, así como la belleza, le deben su nacimiento a un único factor: La perspectiva. El hallarme aquí junto a un hombre viejo, que nada tenía de aire patriarcal, que contradecía todo lo que, en un inicio buscaba, no significa una derrota. Sin tomar en cuenta  la sabiduría o el valor legendario que suele acompañar como ley primaria a estos sujetos, el abuelo era contradictorio Estuve en busca de un lienzo inédito de inmenso valor, para encontrarme con el tapizado barato y el patrón que se repetiría una y otra vez en las mismas historias estúpidas y comentarios que iban perdiendo su brillo de tanto uso. Por ello, me valí de su sueño para refugiarme en la plaza cercana sin su permiso. Estaba caminando alrededor del césped acolchonado cuando sentí una presencia a mis espaldas.
Supuse que había sido descubierto cuando la sombra adoptó una forma graciosa. Giré para encontrarme con un rostro que era, al mismo tiempo, familiar y novedoso. Un rostro no tan grande cuya sonrisa ocupaba la mitad del  rostro se extendió hacia mí, mientras se acercaba descaradamente. Me paré y caminé. Me seguía a todas partes. Lo acaricié y decidí llevarlo conmigo. Ya no habría necesidad de escape, la primera teoría del viejo comenzó a adquirir forma: Así que teníamos un perro. Acaricié la cabeza del animal y lo llevé a casa sin tener que presionarlo. Él me seguía y seguiría haciéndolo por los siguientes diecisiete años. Recuerdo haber visto su pelaje blanco y el par de ojillos que controlaban mis pasos, procurando no perderlos de vista. El nuevo camarada llenaba los espacios en blanco de mi cabeza, empezando por la coherencia del abuelo. Las cábalas eran profecías y el abuelo había pasado la prueba. No había necesidad de importunarlo más. De una u otra forma, la investigación había finalizado con una única conclusión. El abuelo era genial.
Una vez adentro, vi que él ya había despertado y hurgaba en la alacena en busca de algo para comer. Estaba a punto de alcanzar el frasco de mermelada cuando el roce de algo en su brazo desnudo lo sobresaltó. Un par de ojos duplicaron su tamaño original al ver al nuevo integrante de la familia. Después de una rápida ojeada su mirada retomó un aire de sospecha. Entonces se enfocó en mi camiseta al tiempo que cuestionaba:
-¿Y ese perro?
 Me miré en el espejo, noté una cana en el centro de mi cabeza y sonreí mientras me acomodaba los calzones.
-¡Yo que sé!